Radial 9, Madrid - Figueira da Foz - Madrid, segunda parte - Autor Rafael Cortegana -

Sábado 11 de agosto del 2018

Después de darme el madrugón, me presento en el parking de la Estación Sur de Autobuses de Plasencia a las ocho en punto de la mañana. Aquí había quedado con Arturo, un gran ciclista randonneur que vive por la zona, y que hará las veces de guía durante bastantes kilómetros.1 Después de subir por una calle bastante empinada, tomamos un café en una cafetería y hablamos con ilusión sobre el proyecto de las Radiales Ibéricas. En este caso, será una Radial Explorer de fin de semana. Una Radial Explorer no es sino un trozo, aproximadamente un tercio, del total de la Radial.
El reto que me he marcado es conocer y recorrer todas las Radiales Ibéricas que hay diseñadas. En total son 12 Radiales, con lo cual si divido cada Radial Ibérica en tres fines de semana, tardaré un total de 36 fines de semana en recorrerlas todas. Esto me puede tomar de dos a tres años, pues no dispongo de todos los fines de semana para este reto.

La Radial Explorer de este fin de semana no presenta grandes dificultades montañosas y pensé que era buena oportunidad para subir al Alto do Torre y conocer el punto más alto de Portugal, situado en la Serra da Estrela.
Como alternativas para visitar, veo interesante visitar el pueblo de Gata, que da nombre a la sierra donde se asienta el pueblo. Como monumento importante tiene la Torre de Almenara, que se ve desde el pueblo y tiene unas bonitas vistas de los paisajes montañosos de los alrededores. Por supuesto hay muchas más alternativas, pero se salen demasiado de la Radial Ibérica. Quizá sea interesante que algún club de la zona de Béjar y Ciudad Rodrigo diseñe alguna Radial por esa zona.
El recorrido de la Radial sigue recto hacia Figueira da Foz. Unas veces nos acercamos a las sierras el Sistema Central, otras veces nos alejamos, y otras nos adentramos en ellas.
Después de tomar el desayuno, Arturo, como buen anfitrión y perfecto guía turístico me explica cada monumento y su historia a medida que pasamos por éstos. Quizá debí quedarme la noche anterior para poder visitar Plasencia tranquilamente. En la última Radial, cuando bajamos el Puerto de Tornavacas, no se veía la gran riqueza arquitectónica de la ciudad.
Llegamos a la plaza Mayor de Plasencia y allí, en lo alto, está el Abuelo Mayorga, una figura humana que se dedica a dar las horas en el campanario del reloj del Ayuntamiento, golpeando la campana con un mazo.
Nos hacemos unas fotos en esa gran plaza, repleta de terrazas pegadas a los soportales, y seguimos. Ahora Arturo me lleva a otra plaza más pequeña por unas angostas calles, y me enseña la catedral de Plasencia y un curioso balcón, construido en un edificio antiguo frente a la fachada de la catedral. Por lo visto, en la catedral, llevan muchos años de reformas y no logran terminar la obra.
Y, como última visita, bajamos por una calle con un túnel que pasa por debajo de un edificio, cuya peculiaridad reside en que se utilizó como escenario para el rodaje de una película. Al otro lado del túnel hay un ciclista que utiliza una bicicleta reclinada. Está de pie junto a la carretera, y es de Valencia.
Faltan muchos monumentos que ver en esta famosa villa, repleta de historia gracias a estar en un punto estratégico de la Vía de la Plata. Me gustó mucho esta visita, pero debía seguir con mi Radial Explorer.

Salimos de Plasencia y tomamos la carretera que va a Carcaboso y Montehermoso. Ésta es ancha y tiene dos carriles por sentido con buen arcén, pero, como siempre, sucio. Es temprano aún y no hay tráfico. El día promete ser caluroso y para salir del valle donde se encuentra Plasencia, nos toca subir una tachuela que se corona en una glorieta y a partir de aquí la carretera sólo tiene un carril para cada sentido. Hasta el río Jerte tenemos una bajada refrescante. Me pregunto por donde habrá salido el río de Plasencia. Bueno, supongo que el río no tiene prisa y habrá dado un rodeo…
2Y allá que vamos por esas tierras mangurrinas, acercándonos a la Sierra de Gata. Arturo me explica las muchas rutas que tiene en el tintero para poder visitar sin dejar ni un kilómetro sin explorar de su tierra. También hablamos de su gran idea de poder realizar la ruta de Carlos V, la que hizo en su último viaje desde Laredo hasta el Monasterio de Yuste; de la pasada Flecha Ibérica; de las posibilidades de hacer un par de Súper Randonnées por la Sierra de Béjar y la Sierra de Gata…
Vamos rodando por la carretera EX 370 y no se hace especialmente duro. La carretera es buena, hay pocos árboles, mucho arbusto y muchas chumberas muy lozanas y sanas, repletas de higos aún verdes. A lo lejos, a nuestra derecha, la Sierra de Béjar.
Así van pasando los pueblos. Carcaboso, Montehermoso… En Pozuelo de Zarzón nos pasamos el cruce hipnotizados por las cumbres de la Sierra de Gata, que parece que nos llama. Rápidamente me doy cuenta y retomamos la ruta. A partir de aquí el terreno se vuelve más roto y las montañas cada vez están más cerca.
Llegamos a otro cruce donde hay un restaurante de carretera, llamado Peña del Fraile, donde paramos a almorzar un buen bocadillo. Ya llevamos 50 kilómetros y viene un terreno rompe piernas. Una vez con el estómago lleno y bien untado nuestro cuerpo de crema solar, estamos dispuestos a soportar el calor que ya empieza a apretar.
Tomamos dirección Villasbuenas de Gata donde la carretera sigue siendo buena, y repleta de colinas. De repente, al acercarnos a la sierra, vuelven a aparecer los árboles, pero apenas aportan sombra. Se nota que nos acercamos a Portugal, pues poco a poco se van viendo mayor número de eucaliptos y los pinos que abundan por allí.
Pasamos Villasbuenas de Gata y bajamos hasta la rivera de Gata. Aquí a los ríos les llaman riveras. A partir de aquí comienza un puerto que sube más allá del pueblo de Hoyos. De momento la subida no es demasiado dura y tiene bastantes descansillos. Por un camino aparece un ciclista con bicicleta de montaña, con ruedas de 29” y nos adelanta sin problemas. Arturo se pone a rueda y yo no entro al trapo conocedor de lo que me espera. Así llego a un cruce donde Arturo me cuenta que ese chico estaba entrenando para el campeonato de Extremadura. En este cruce, Arturo gira a la izquierda para volver a Plasencia por Coria y yo debo continuar recto a Hoyos y Valverde del Fresno. Nos despedimos y continúo mi viaje en solitario. A él le van a salir finalmente una buena cantidad de kilómetros. Unos 180, me dice después.
Una vez que paso el cruce, veo al fondo una pared por donde sube la carretera. La Sierra de Gata se interpone en mi camino, y el calor no facilita el avance... aunque pronto me doy cuenta de que no es tan dura la ascensión como parece. Llego a Hoyos y el puerto sigue subiendo. A la salida del pueblo ya se adivina el final del puerto, y unos metros pasado el kilómetro 35 de esta carretera EX 205, termina el puerto de Hoyos.
3Bajo el puerto y, tras un par de tachuelas, se ve la Sierra de Gata y un par de pueblos a sus faldas en una larga bajada hasta el río Erjas, que me deja a la entrada de Valverde del Fresno. Allí paro en una gasolinera empapado en sudor, compro agua y un refresco que me bebo de un trago. Hablo con la chica de la gasolinera, que habla un dialecto raro. Mientras lleno los bidones escucho las conversaciones y confirmo esa forma de hablar… entre portugués y español.
Continúo mi camino y ya se ve el cartel de la frontera con Portugal bastante cerca. Sólo 16 kilómetros y enseguida estoy en el cartel de la frontera una vez que paso el puente del río Torto. Son las 13:47 del sábado en España, pero al cruzar la frontera son las… 12:47.
Subo una cuesta y la carretera portuguesa pasa a tener un color más claro y con muchos puntitos brillantes. Próximo objetivo: Penhamacor, que es la población de control después de Plasencia, y punto donde espero encontrar agua, pues ya voy con los bidones casi vacíos.
A lo lejos veo una torre en un cerro, creo que es Penhamacor. ¡Estupendo!, pues ya me estaba recalentando el sol. Y tengo suerte pues bastante antes de entrar me encuentro con una fuente. Salvado de momento. Lleno los bidones, hago la foto en el cartel de entrada y prosigo la Radial dirección Castelo Branco y Fundão.
Aquí no hay mucho tráfico, las carreteras son buenas y la mayoría sin arcén. Muros de piedra a los lados protegen parcelas que tienen casas con tejados a dos aguas que terminan en alero cubiertas de tejas, que dan un aire simpático a las edificaciones.
Ya empiezo a dudar si voy a comer, pues llevo ya un montón de kilómetros y no veo ningún pueblo. En un cruce veo un cartel que pone Fundão a la izquierda y el track me manda a la derecha. Fundão es donde tengo reservado para dormir, pero sigo la ruta prevista, dirección Covilhã.
En el kilómetro 140 llego a Capinha. En la entrada, una curiosa escultura blanca representa a un emigrante con su maleta, y atravesar el pueblo supone subir por una calle principal. En el pueblo no encuentro agua, pero a la salida hay una fuente donde puedo coger más agua. Poco más adelante paro a la sombra de un impresionante eucalipto milenario, donde me escondo un poco del ardiente sol.
Pocos kilómetros después llego a, Pero Viseu, donde veo un cartel de restaurante. Pero finalmente no lo encuentro y me dejo caer por la carretera que ahora baja. Desde allí veo una sucesión de cordilleras como si de olas se trataran, siendo todas pardas, pero un poco más verdes las primeras con algún detalle oscuro y tornándose azules las de más al fondo.
Así, llego al punto donde recorto la Radial y tengo que enlazar con el recorrido de regreso. En el cruce, hacia la derecha se va a Covilhã y después la subida a la Sierra de Estrela y al Alto de Torre. De frente continúa la Radial Ibérica hacia Figueira da Foz. Y a la izquierda recorto para continuar por la Radial Explorer de fin de semana hacia Fundão, que es mi caso.
Pero son las 16:00 en Portugal y las 17:00 en España, y todavía no he comido. Busco un restaurante por internet, y resulta que tenía uno a muy pocos metros. Llego enseguida al restaurante O Mario. Perfecto, con terraza cubierta, limpio y amplio. Me siento y enseguida me atienden. Una carta con todo en portugués –claro- y elijo un plato al azar. Muy importante reponer fuerzasMenos mal que me trajeron la ración pequeña. Era una fuente grande lleno de arroz con delicias de cerdo. No pude con todo, pero si me comí todo el arroz.
Entonces llamo a mi amigo Enrique, que andaba por Manteigas, y hablando con él me propone subir la Sierra de Estrela al terminar de comer. Calculé que serían unas 3 horas de subida y podría estar arriba a las 20:00 hora portuguesa. Dicho y hecho, se lo comento a los del restaurante que a duras penas me entendían y me hablan del calor.
Había que quemar esa barbaridad de comida, y salí de O Mario, dispuesto a subir la Sierra de Estrela. Un par de kilómetros subiendo y mi rueda trasera pincha. Otra vez, estaba de racha últimamente. Me adentro cerca de unas parcelas a la sombra de unos árboles para reparar el pinchazo. Y me doy cuenta de que tengo un problema con el fondo de llanta, bastante grave.
Ergo tengo que abortar la subida a la Sierra de Estrela y solucionar lo del fondo de llanta. Busco por internet alguna tienda de bicicletas y, de camino a Fundão, hay una que, según me dice Google Maps, está abierta.
Habrá que dejar la subida a la sierra de Estrela para otra ocasión. Voy hacia Fundão por la N 18, con bastante tráfico y llego al cartel de entrada a Fundão, donde hago una foto de control. Un poco más adelante encuentro una zona comercial, llena de tiendas al lado de la carretera. Llego al taller de bicicletas, pero estaba cerrado, así que resignado continúo al hotel que tenía reservado.
Antes de llegar al hotel veo un bazar chino, y pienso que la cinta aislante me puede salvar la situación del fondo de llanta, al menos hasta que llegue a Plasencia. Entro en el hotel Samasa donde muy amables nos estaban esperando, a mí y a mi bicicleta. Así que subo a la habitación y después de ducharme y ponerme ropa de calle, voy al bazar chino, compro la cinta aislante y me doy una vuelta por el pueblo.
Al día siguiente me levanto no demasiado pronto y tomo el desayuno incluido en el precio de la habitación. Me preparo y después comienzo el regreso a Plasencia. Las calles adoquinadas de Fundão están casi vacías, y voy subiendo por la principal hasta la salida de la población en dirección a Castelo Branco.
Con el sol en la cara, llego a una glorieta donde tomo la salida a Alpedrinha, donde me topo con la Sierra de Gardunha, y comienzo a subir un puerto bien provisto de sombra; en absoluto se me hace duro. La mañana es fresca y a medio camino de coronar grabo un vídeo del valle de Fundão con la Sierra de Estrela al fondo.
Son las 9:20 de la mañana, hora portuguesa, cuando corono el puerto en una curva a la derecha. Tengo que tener cuidado de no pasarme el cruce a la izquierda hacia Vale de Prazeres, donde me hago una foto a la entrada del pueblo, después de cruzar unas vías de ferrocarril.
Nada más entrar en Vale de Prazeres a la izquierda hay una bonita fuente justo al lado de una gran pila donde las vecinas del pueblo lavan la ropa. Sigo bajando, ahora por las calles bien adoquinadas, donde se adivina a dónde va la gente, viendo los aparejos que llevan encima.
Ya en la carretera, de una finca sale libre un perro ladrándome. Aprovecho que es cuesta abajo para pedalear más rápido y dejarle atrás. En Portugal los perros son igual de malos que en España, pienso.
Enseguida llego al cartel de Orca por esas buenas carreteras, aunque sin arcén. Desde el cartel de entrada al pueblo hasta que empiezan las casas hay una buena distancia. Una fila de adelfas rosas y blancas me recibe mientras tanto. El pueblo es grande, de casas bajas y es un nudo de comunicación con otras poblaciones a la vista de los cruces que hay, bien señalizados con carteles. Y aquí hay algo raro pero cierto: Orca no tiene la calle principal adoquinada como es costumbre en Portugal.5
El sol sigue frente a mí, pero cada vez más alto. El recorrido es más o menos llano y me cruzo con algunos ciclistas portugueses de vez en cuando. El paisaje es bonito, con muchos árboles al lado de la carretera y bastante verde para ser agosto.
Llego a un cruce donde empiezo a ver Monfortinho, que es por donde saldré de Portugal. Giro a la izquierda y enseguida a la derecha. Siempre en dirección hacia las termas de Monfortinho, hacia donde sale el sol.
El siguiente pueblo por donde paso es Provença a Velha, donde entro bajando y los adoquines me machacan bastante al ir rápido. Dentro del pueblo veo una esquina con un bar, y unos carteles de dirección Medelin, Monsanto y Monfotinho, me indican la salida y la dirección correcta.
Paso por Medelim y veo después que dos montañas custodian la carretera. La de la derecha tiene en su regazo un precioso pueblo, llamado Monsanto. Ya sólo me queda llegar a Penha García y Monfortinho para llegar a España.
Penha García es un pueblo que se escurre por la montaña hasta la carretera, sujeto en lo más alto por un bonito castillo. Tengo ganas de verlo, pero no tengo tiempo de subir tan alto. Una vez pasado el pueblo, llego a una gasolinera con restaurante, donde se entremezclan matrículas españolas con matrículas portuguesas, al igual que el idioma. Pido mi consumición en español y me entienden sin problemas. Tomo algo rápido y me voy.
Portugal me despide por Monfortinho, con un buen número de eucaliptos y un suave descenso al río Erjas. Paso la última glorieta portuguesa y vuelvo a entrar a España por el “mangurrio” de la bellota.
Precioso Portugal. Es un país que me encanta, lleno de valles y montañas. Repleto de árboles. Tengo ya ganas de volver y seguir descubriendo sus secretos.
De repente es una hora más tarde y son ya las 12:55 en España. De súbito hace más calor y me toca subir una larga cuesta hasta el cruce que me llevará a Moraleja. Los eucaliptos dan paso a las encinas. Pero también afloran rocas con formas interesantes, que me recuerdan a un pelo rizado.
Así, despacio, llego al cruce de Zarza la Mayor y Moraleja, con un cerro con forma de perfecta pirámide al fondo. Giro a la izquierda hacia Moraleja. En Penha García se me olvidó llenar los bidones de agua y estoy seco. Toda una fatalidad en verano y a estas horas. Nuevamente tengo suerte y encuentro una fuente en un merendero a la derecha, que tiene una pequeña apisonadora amarilla (no sé si de adorno) por donde sale poco caudal, pero suficiente para llenar los bidones.
Salvado nuevamente de quedarme sin agua llego al área Reypal, una vez pasada la glorieta donde comienza la autovía EX A1. Allí tienen una bicicleta pintada de morado en plan de adorno en la terraza. Seguro que son buena gente, y lo son. Como muy bien y veo un cartel donde hacen un concurso del tapeo el 18 y 19 de agosto donde regalan un Iphone X. Toda una idea. Lástima que ya tengo otros compromisos ese fin de semana…
Salgo por fin del restaurante bien avituallado, y me dirijo a Coria por la EX 108, el siguiente control. Las carreteras por aquí no son duras y hasta ahora todo está muy bien asfaltado. Tengo suerte con el viento, pues ayer me ayudó a llegar a Fundão y hoy me está ayudando a volver a Plasencia.
Por esta carretera paralela a la autovía, voy tranquilo. Hace calor y hay menos árboles. La hierba es más amarilla y se nota que es terreno de cultivo y ganadería. Pronto llego a Coria, y voy al pueblo, donde subo una cuesta que termina justo en el cartel de entrada. Hago la foto de control y continuo.
6Cruzo el pueblo de Coria donde puedo ver esculturas de inspiración taurina y una torre antigua que asoma al fondo sobre las casas. Una vez salgo retomo nuevamente la EX 108. Unos pocos kilómetros más adelante, sobre un pequeño cerro, está el santuario de la Virgen de Argeme. También me llama la atención el gran número de naves industriales que salpican el paisaje, con 6 grandes ventanales, ventilados con ladrillos dispuestos en forma de celosías.
Una vez que llego a El Batán estoy empapado en sudor, y de nuevo con los bidones secos, Paro en el restaurante Siglo XXI, donde me tomo un refresco y la amable camarera me llena con agua bien fría los bidones. No pierdo mucho tiempo y continúo por esas amplias llanuras de campos de cultivo.
Llego a Alagón del Río y a Galisteo. Este pueblo llama la atención por su muralla y su torre con sombrero de pico. Creo que merece una visita con mayor profundidad. En la gasolinera a los pies de la muralla, tengo que volver a coger agua y tomarme otro refresco frio. El calor es insoportable, y soy un manantial de sudor. Circunvalo el pueblo por una rampa, y me despido bajando. Ya estoy terminando la Radial Explorer. Sólo me queda llegar a Plasencia con permiso de San Gil. Una fuerte rampa y entro en el valle de Plasencia, por donde a la derecha veo la Vía de la Plata cómo va cayendo hacia Cáceres. Dan ganas de dejarse llevar. Llego a una glorieta gigante sobre la autovía con un montón de direcciones posibles. Elijo correctamente la mía y una última subida me dejará a merced de la gravedad hacia Plasencia.
Paro al lado del cartel de entrada a la población para hacer una foto. Son las 16:32 del domingo 12 de agosto. Todavía quedan unos kilómetros hasta llegar a la estación de autobuses. Atravieso una zona industrial y llego por fin a la Plasencia monumental, presidida por su catedral, que da por buena mi aventura, la segunda Radial Explorer de la Radial Ibérica 9.
El recorrido que hice lo podéis ver en este enlace y desargar el track si lo necesitáis.

Pronto realizaré la última exploración desde Fundão hasta Figueira da Foz, y así completaré este maravilloso estudio de esta parte de la Península Ibérica.

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Textos y fotos de Rafael Cortegana!